El oficio de guía de montaña nació en Chamonix con la primera ascensión al Mont Blanc. Para ir un poco más allá de estos datos, en el siguiente resumen te hablo de 3 guías de montaña que marcaron un cambio conceptual a la hora de entender el oficio.
De los orígenes puramente mercantiles de los primeros guías, con el cristallier Balmat a la cabeza, hasta el romanticismo a través del cual Gastón Rebufat entendía el alpinismo, pasando por la profesionalización del oficio de guía a manos de Christian Almer.
Los orígenes del guía de alta montaña
Horace-Benedict de Saussure, un aristócrata y naturalista suizo, ofrece, en 1760, una gran suma de dinero para aquel que consiga un camino que lleve a la cima del Mont Blanc, pues tiene interés en medir su altitud.
Solo los más valientes pastores, cazadores y cristalliers del valle (acostumbrados a transitar por los glaciares en busca de minerales para la fabricación del vidrio) se atreven a ir en búsqueda de dicha recompensa; son personas de los valles que ponen a disposición su conocimiento sobre el lugar y experiencia para ayudar a los científicos y nobles ingleses a cumplir sus objetivos.

El cristallier Jaques Balmat, junto al médico aficionado a la escalada Paccard, consiguieron ser los primeros en conseguir la codiciada cumbre del Mont Blanc en 1786, haciéndose así con la gran recompensa. Un año más tarde lleva a la cumbre del Mont Blanc a Horace-Benedict de Saussure, para que proceda a realizar sus mediciones. Balmat fue entonces y sin saberlo primer guía de montaña.
Un origen mercantil marca los primeros pasos del guía de montaña, pues los habitantes del valle pronto se darán cuenta de que van a ganar más dinero acompañando a los nobles a cumplir sus proyectos que en su propio trabajo.
Christian Almer (1826-1898) es uno de los primeros en vivir de forma romántica la profesión de guía.

Cazador de gamuzas, “pastor glaciar” y quesero en su juventud, dio sus pasos como guía en 1840, cuando se ofreció como porteador a los extranjeros que osaban adentrarse en el mundo de los glaciares.
En su larga trayectoria guió a múltiples celebridades y sumó una gran cantidad de prestigiosas cimas. Su reputación como guía traspasó fronteras. El Dr. S.Porges de Viena, con quien Almer logró la primera ascensión al Mönch, 4.107m, dijo de él: “En Almer se alían una fuerza poco común, una gran intrepidez y una mayor prudencia.”
En 1885 le amputan los dedos del pie derecho a causa unas congelaciones que sufre en una expedición invernal al Jungfrau. Lejos de abandonar el alpinismo, al año siguiente y ya con sesenta años subió el Wetterhorn, 3.662m, el Mönch, 4.107m y el Eiger, 3.970m y, un año más tarde, al Mont Blanc. Davidson escribió ”durante estas ascensiones largas y fatigosas, Almer caminó a un ritmo que podrían envidiarles hombre dos veces más jóvenes”.

A los setenta años, acompañado de su mujer y algunos de sus hijos, ascendió al Wetterhorn para festejar sus bodas de oro. Así puso fin a una carrera de casi medio siglo.

Gastón Rebufat (Marsella, 1921) empieza a escalar desde bien pequeño en Calanques, ahora un parque nacional cercano a su cuidad natal. Pronto se apunta al Club Alpino Francés, lo que le lleva a descubrir la alta montaña y a visitar Chamonix. Su fascinación y admiración es tal que en poco tiempo se traslada a vivir allí junto a Lionel Terray. Con 21 años Se acaba convirtiendo en el guía francés más joven pues, según las bases de la formación, hasta los 23 no te podías graduar.
Escribe, entre otros libros, “Mi reino es la montaña” donde explica al detalle su evolución como persona, alpinista y guía.
“El alpinista es un hombre que conduce su cuerpo allí donde, un día, miraron sus ojos. Y que, además, vuelve”
Con el romanticismo del alpinismo en su máximo esplendor, Rebufat transmite vocación y amor por el medio y el trabajo de guía. Muy lejos quedan los orígenes puramente mercantiles que llevaron a los primeros guías de montaña a dedicarse a ello.

Hoy en día puede visitarse en la Rue du Docteur Paccard, en Chamonix-Mont Blanc, un espectacular mural en el que aparecen 20 grandes guías de los dos últimos siglos, como homenaje a estos pioneros del alpinismo.

El guía de alta montaña en la actualidad: Ética y valores
Edward Whymper, explorador inglés y primer alpinista en coronar la cima del Cervino en 1890, escribió: “hasta la fecha, no he tenido una experiencia agradable con guías y no les aprecio en especial. Para mí no han sido mucho más que personas que conocen el camino y consumen grandes cantidades de carne y aguardiente. Hombres cuyos rostros muestran maldad, envidia y perversidades de todo tipo”.
Tal vez nunca sepamos con certeza si, más allá de los estandartes que dejaron descrito su amor por la montaña y la profesión de guía, algunos de los primeros guías de montaña fueron, en efecto, hombres del valle que no vieron en el oficio de guía nada más que una forma mejor de ganarse la vida. Sin embargo, me cuesta creer que, por la dificultad, el compromiso y el sacrificio que hoy en día entraña dedicarse a esta profesión, la naturaleza de los guías de alta montaña tenga algo que ver con lo que describe Whymper.
Hoy en día la relación guía-cliente es mucho más profunda, pues no entiendo otra forma de acometer una montaña en compañía que no sea la de formar un equipo en el que la naturaleza, tú y yo, lleguemos a ser uno solo.
Voy a ser tu mejor aliado, cercano, con mucha paciencia y empatía; alguien en quien puedas confiar a ciegas. Me voy a preocupar de que la actividad se desarrolle con máxima seguridad, de que tu estés bien, te sientas cómodo y que disfrutes de la jornada. Al fin y al cabo, vas a ser mi compañero de cordada y para cumplir tus objetivos tenemos que trabajar en equipo.
Disfruto al máximo de cualquier actividad en la montaña, indiferentemente de la dificultad de esta, pues no hay nada que me mueva más que mi amor por las montañas y compartir momentos en ellas. Tanto es así que he hecho de compartir contigo mi máxima afición, mi trabajo.
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